lunes, 4 de abril de 2016

Reescripción de un cuento No príncipe, sí anarquía

Una princesa acostumbraba ir al bosque, a la orilla de un riachuelo.
Ahí se divertía atrapando una bola de oro. Pero una vez, cuando jugaba, la bola se le cayó y rodó hasta el arroyo.
Entonces la princesa se puso a llorar. De repente, escuchó una voz: –No llores –le dijo un sapo–. ¿Qué me darás si te devuelvo tu bola?

–¡Lo que quieras! –dijo la princesa– Mis perlas, mis joyas, mi corona.

–No deseo piedras preciosas –replicó el sapo–, pero si prometes dejarme ser tu compañero, sentarme a la mesa junto a ti, comer en el mismo plato, beber en el mismo vaso y dormir en la misma cama, te traeré la bola de oro.

–Tendrás todo lo que quieras –dijo ella. Pero por dentro se dijo: ―¿Qué quiere este sapo? Que se quede en el agua; nada de vivir conmigo.―
Al recibir la respuesta, el sapo se sumergió en el agua y pronto apareció con la bola en la boca. La princesita la tomó y se fue corriendo.

–¡Espera! –gritó el sapo–. Me voy contigo.

Pero su croar fue inútil, pues la hija del rey no lo esperó. Al día siguiente, cuando la princesita estaba a la mesa con su padre y sus hermanas, oyó que tocaban la puerta.
La joven se levantó para ver quién llamaba. Cuando vio al sapo, cerró la puerta con todas sus fuerzas y regresó a la mesa, muy pálida. El rey, al verla tan asustada, le preguntó si algún gigante venía a buscarla.

–No –respondió la princesita–; es un horrendo sapo.

–¿Y qué quiere? –preguntó el rey.

–Ay, papá, cuando estaba jugando con mi bola de oro, se me cayó al arroyo. Al oír mi llanto, este sapo se acercó y me la devolvió. Pero antes me hizo prometerle que lo haría mi compañero. Y ahora aquí está.

En eso tocaron otra vez la puerta y el sapo dijo: –¡Princesita! ¿Ya olvidaste las promesas que me hiciste?

–¡Cumple lo que prometiste! –ordenó el rey–. Abre la puerta.


La joven le abrió al sapo, y éste, en cuanto entró, se fue saltando junto a la princesa, que empezó a llorar. Sus lágrimas, sin embargo, sólo sirvieron para enfurecer al rey.

–¡Quien te auxilió en un momento difícil no puede ser despreciado! –dijo.

Y así ella fue obligada a llevar el sapo a su cuarto.
Pero apenas entraron, el sapo se transformó en un bello príncipe, y le contó cómo una bruja lo había transformado en sapo y condenado a quedarse así hasta que una princesita lo sacara del arroyo debido a su condición anarquista. Tuvieron una larga y tendida conversación en la que el príncipe estuvo contándola que él no creía en la monarquía ni en ningún tipo de formación política ya que solo contemplaba desigualdad y siempre decisiones y actos injustos.

De esta manera, consiguió hacerle ver a la princesa que la monarquía no era lo correcto y la convenció para que se fuera con él a su reino con el propósito de desbancar a los poderosos e implantar la condición anarquista. La princesa, al escucharlo, se enamoró de él y decidió fugarse a su reino, no sin antes dejar atrás su estatus monárquico para comenzar una vida marcada por la igualdad y la libre forma de actuar.
De esta manera se dieron cuenta de lo que era vivir sin formaciones políticas y fueron felices y comieron perdices.



Fdo: Daniel Barroso

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