Este artículo, publicado en la versión digital de ABC el
pasado 6 de Septiembre, está firmado por Inma Zamora y recoge una serie de
opiniones que, al parecer, están cada vez más extendidas. Todas giran en torno
al eje central que es: “la sociedad es machista y los cuentos populares lo
favorecen”. Como el tema se trató en clase y me sorprendió tanto he decidido
valorar críticamente este artículo en el que he encontrado tanto argumentos con
los que coincido como con los que no.
La periodista crea una breve introducción del tema hablando
del “Síndrome de la princesa” que popularizó la doctora Hardstein y de dos
editoriales de América Latina que han lanzado una colección de títulos llamada
“Antiprincesas”. Posteriormente transcribe una conversación con Rebeca Cordero
en la que da su opinión sobre este asunto.
Para introducir mi opinión creo que es necesario entender mi
contexto socio-personal evitando así
confusiones y mal entendidos. En mi familia somos cuatro hermanos de los cuales
dos son chicas y dos somos chicos pero mi hermano ya no vive con nosotros por lo tanto existe una mayoría de mujeres en casa. He crecido viendo como algo normal
que mi madre mande en casa y que mis hermanas sean muchísimo mejores
estudiantes que yo. Para mí eso es algo totalmente natural desde que tengo uso
de razón asique cuando me dicen que las mujeres son más válidas que los hombres
en algunas cosas me resulta una obviedad.
Mi madre es, posiblemente, la persona
más inteligente que conozco y ha sabido compaginar a la perfección su vida
laboral con la familiar y ha sido y será siempre un ejemplo a seguir para mí.
Además de eso, tengo novia desde hace casi tres años y llevo enamorado de ella
más de ocho. La quiero muchísimo, la respeto y la valoro por ser como es y no
me canso de repetírselo y demostrárselo. Está estudiando un doble grado de ADE
con Derecho y, una vez más, es muchísimo mejor estudiante que yo y lo más
probable es que el día de mañana gane bastante más dinero que un profesor de
Primaria. Estoy encantado con la idea y no veo nada raro en ella asique,
habiendo creado una idea de mi contexto, creo que es evidente que mi relación con
el sexo femenino es saludable y basada en el respeto y la admiración.
Después de esto, he de aclarar que me han leído desde muy
pequeño cuentos tradicionales y he crecido viendo películas de Disney. De
hecho, mi película favorita es “La bella durmiente” y he de decir que para nada
ha generado en mí misoginia ni menosprecio hacia la mujer. Todo lo contrario:
si yo saco una conclusión de esa película es que la mujer es algo a lo que hay
que cuidar y proteger, no porque sea débil o esté indefensa sino porque es lo
que es lo que se hace cuando quieres a alguien. He crecido siendo cuidado y
protegido por una mujer (mi madre) que me ha demostrado con el ejemplo que se
puede ser perfectamente respetada y valorada como hace mi padre pero que
también le gusta que le cuide y proteja cuando lo necesita.
En definitiva, mi opinión es que se educa por contagio. Un
niño es el fiel reflejo de lo que ve en casa y en la escuela y la literatura es
un complemento a esta educación. Por muchos cuentos que lea en los que la mujer
tiene el poder y el dominio sobre el hombre, si su padre pega a su madre o si
su maestro tiene actitudes machistas, el niño va a ser un misógino y un
machista. Igual que ocurriría en el caso contrario: si crece leyendo cuentos
tradicionales (que reflejan la sociedad patriarcal en la que se escribieron)
pero está inmerso en un ambiente de respeto y de valorar a la mujer por lo que
es, el niño tendrá una relación saludable con el género femenino.
Una vez entendida mi postura, creo que es evidente que mi
opinión no coincide mucho con la del artículo pero siempre (absolutamente
siempre) existe algo bueno y hay que saber admitirlo. Por ejemplo, la doctora
Jennifer L. Hardstein habla del “Síndrome de la princesa” como un trastorno
negativo y peligroso y estoy seguro de que su intención es empoderar a la mujer
pero creo que, sin quererlo, está discriminando a todas aquellas niñas que
quieren ser princesas. Igual de válido es querer ser jugadora de fútbol como es
querer ser Blancanieves y este tipo de terminología puede inducir al desprecio
de estas niñas. Lo mismo opino de la colección “Antiprincesas”: si son cuentos
que no tratan el tema de las princesas tradicionales me parece muy bien, pero
no crees una idea negativa de ellas ya que puede transmitir a los lectores de
estos cuentos repulsa hacia todas aquellas niñas que sueñan con ser la
Cenicienta o Rapunzel.
Lo mismo me ocurre con Rebeca Cordero que considera que esta
literatura infantil “influirá de manera decisiva en el comportamiento de
nuestros hijos”. Esta es la idea que considero más errónea ya que, en mi
opinión, más importante que la literatura que consuman los niños es la
educación que reciban. La formación en valores y el ejemplo que reciban será el
pilar fundamental de su educación y la literatura una mera herramienta de apoyo
de la cual los padres y maestros podemos y debemos servirnos. Discriminar la
literatura tradicional por ser patriarcal es como desechar la filosofía griega
por ser una cultura puramente misógina: una barbaridad. Existen muchísimas enseñanzas
positivas y es nuestro deber como futuros maestros y padres saber extraerlas y
mostrarlas para apoyar nuestro ejemplo de respeto y admiración por la mujer.
Fdo: Álvaro Lamana Ibáñez
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